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Juliana Deguis y el Estado canalla

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Juliana deguis (Fuente externa)

Juliana Deguis es el signo de la encerrona en la que viven los pobres de la República Dominicana, la tachadura de un sistema de justicia al servicio de quienes se han erigido en dueños y señores de estas tierras que, como decía el poeta José Joaquín Pérez (1845-1900), por allá a finales del siglo XIX, son como el botao abandonado después de la cosecha.

Mujer joven y pobre con cuatro hijos, una familia entera ilegalizada por orden de Roberto Rosario y Milton Ray Guevara, ambos revestidos de un poder que se pretende omnímodo e inmutable, desconocedores de todo derecho y blindados por el amarillismo mediático que se ceba con los recursos del Estado.

Juliana y su familia son espejo de la jaula en que nos mantienen encerrados con cruces y espadas como lo hiceron en el pasado los colonizadores con los aborígenes y los esclavos africanos. Más que la representación de un drama, es la escritura de lo que se nos quiere vender como democracia.

Como ella miles han sido convertidos en seres humanos de ningún lado, sin nombre ni apellido como los más que tratan de sobrevivir atemorizados porque en cualquier momento o lugar les puede sorprender el abuso.

Juliana Deguis vive en un Estado canalla, aquel que invoca la norma y el imperio de la ley para mantener contratos dolosos, para allantarnos con planes de alfabetización y construcción de escuelas como panacea de problemas ancestrales sin tocar ni por asomo la cola del felino que nos amenaza con gobernarnos eternamente.

A Juliana le han quitado por la fuerza sus papeles, la han ultrajado y humillado, la han desnacionalizado y por demás, sin“Juliana y su familia son espejo de la jaula en que nos mantienen encerrados con cruces y espadas como lo hiceron en el pasado los colonizadores con los aborígenes y los esclavos africanos”. considerarla dominicana ni de ningún lado, le impiden salir de la media isla donde nació y procreó su familia. Su pecado capital ha sido ser hija de trabajadores inmigrantes tratados como esclavos en los campos de caña.

¿Qué Estado es ese que trata de tal manera a quienes con su trabajo crean las riquezas de las que disfrutan a sus anchas los presidentes de la Junta Central Electoral y el Tribunal Constitucional? Derrida le asigna el nombre de Estado canalla al que interrumpe la ley para inventar guerras impuestas a otros en nombre de la ley. Agamben prefiere definirlo como Estado de excepción al interpretar que en esos casos la ley funciona como no ley justificando en su nombre la arbitrariedad del poder.

Vivimos en un Estado canalla donde el canon no es más que la retórica de los poderosos, donde las palabras se despegan de las cosas para ser reasignadas según la conveniencia de las élites. Así, Juliana y los sin nombre padecen el calvario de un pasado en el presente despojado de sentido.

Nada significa que el Estado contratante de mano de obra barata durante todo el siglo XX abandone sus hijos como aquel botao luego de ser cosechado, que ese mismo Estado continúe contratando trabajadores inmigrantes para remozar catedrales y construir metros sin que en esos casos impoten los papeles. En el fondo, lo que se quiere es una mano de obra cautiva y sin derechos para exprimirla hasta la muerte, una masa de trabajadores que como en el pasado permanezca en los barracones del batey produciendo el azúcar amargo mientras vivan.

Juliana Deguis es al mismo tiempo el signo oprimido de la libertad que se pasea por las calles anunciando otro mundo por venir, donde los Roberto Rosario y los Milton Ray Guevara serán estatuas derrivadas por la ira de un pueblo sometido.

Detrás y muy cerca de nosotros está la revolución de los esclavos y la ecatombe de imperios y sistemas injustos fundamentados en la ley. ¿Acaso creen ellos en la eternidad de la ignominia, esperan que la pasividad de los bárbaros sea para siempre o que la calma en la que desayunan y celebran su arrebato se mantenga hasta el final de los días?

No. Se equivocan. Juliana Deguis y los muchos como ella perseveran y aprenden, se organizan y descubren poco a poco la potencia de sus cuerpos maltratados y vejados. Saben que tienen derecho a mejor vida y por eso batallan por los papeles negados desde siempre.

También por eso los sin papeles del Estado canalla también son una luz en el corazón de las tinieblas, una tachadura del sitema, un signo del despertar que con paciencia y tenacidad nos enseñan el camino.

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