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Primer año de la Operación Especial y nueve años de la Guerra de Kiev contra el Donbass

Por Jorge I. González

Del Maidán y la rebelión anti fascista del Donbass a la Operación Especial de Rusia. 

Este 24 de febrero se cumple el primer año de la llamada “operación especial” de la Federación Rusa en Ucrania. La guerra ruso ucraniana fue antecedida de forma causal por nueve años de guerra civil y y asedio a los pueblos del Donbass y un calentamiento inducido de las contradicciones con la Federación Rusa. El reconocimiento de Moscú a las repúblicas populares de Donestk y Lugansk, sobrevino al incremento vertiginoso de la ofensiva militar del estado ucraniano contra dichos territorios rebeldes bajo peligro de exterminio étnico (como en Srebrenica, en Bosnia Herzegovina) y las declaraciones amenazantes del régimen ucraniano, al manifesfar a la comunidad internacioal su aspiración de adquirir armas atómicas contra Rusia.

Fue el colorario de una escalada de años en la postura confrontacional de la derecha ucraniana pro OTAN y occidental, en el poder de Kiev desde el golpe de estado del Maidán de 2014, en contra de la correlación de izquierda ucraniana y población en general de origen y lengua rusa, discriminada sistemáticamente por los nacionalistas reaccionarios de Kiev inspirados en las ideas supremacistas nazis de Stephan Bandera, estandarte del gobierno de Zelensky y de la derecha ucraniana. Bandera fue líder pro nazi de Ucrania, adalid contra la Unión Sovietica y responsable superior de operaciones de exterminio contra comunistas soviéticos y minorías judías y polacas dentro de Ucrania.

El nacionalismo ucraniano predominante en la correlación de poder en Kiev es de tinte pro nazi, promotor del odio a la cultura rusa, orgullosos de su herencia de colaboracionismo con las hitlerianas de SS de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Las SS alemanas, auxiliadas por los grupos fascistas ucranianos y lituanos, ejecutaron múltiples operaciones de exterminio de enemigos ideológicos y en operaciones de limpieza étnica de judíos y rusos, acaecidas en la ciudades y campos de Ucrania a partir de 1941 con la invasión alemana contra la URSS.

De tal manera que el nacionalismo de ultra derecha que controla el poder en Kiev, capital de Ucrania, se auto define en contradicción supremacista a las minorías de otros pueblos vecinos considerados inferiores y no solo en referencia a los originarios de Rusia o considerados ruso parlantes, sino contra las poblaciones de matriz polaca, húngara y moldava. No quedando de otra al nacionalismo ucraniano que ser en consecuencia un acérrimo adversario del legado de unidad de las naciones proclamado por el poder soviético y por lógica, enemigo declarado de las ideas y formaciones políticas de izquierda. 

No se trata el nacionalismo ucraniano de carácter proletario ni popular, como el irlandés o el palestino, patriótico antimperialista, es un nacionalismo radicalmente sectario, anti eslavo, anti ruso, anti colectivista y por tanto, completamente pro imperialista por antonomasia, sumiso a las potencias capitalistas hegemónicas, específicamente, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania. Bajo la dirección de Zelenski y de los ultranacionalistas Ucrania sido convertida en una carne de cañón contra los pueblos del este en tanto que las potencias occidentales engrosan sus arcas mediante la industria de la guerra.

Las repúblicas populares del Donbass una vez consumado el golpe derechista del Maidán, en 2014, expresaron su deseo de rompimiento con Kiev e independencia, tras la cruda represión de las fuerzas militares ucranianas y el rompimiento del tejido interno del Estado ucraniano que significó el golpe del Maidán. Esta situación en su conjunto provocó el estallido de la guerra civil entre fuerzas fascistas ucranianas, convencionales y paramilitares. Por el lado opuesto, las fuerzas ucranianas antifascistas de origen ruso como no ruso, levantados en armas a manera de auto defensa contra el poder central ucraniano.

En torno a esta situación se concatenó de forma inevitable la contradicción local y la geopolítica, siendo el régimen nacido del Maidán, un aliado incondicional de la OTAN, en tanto que correlación de fuerzas antifascistas ucranianas de todo carácter étnico e ideológico, se hicieron dadas las circunstancias e inevitablemente y por consiguiente, aliadas de la Federación Rusa.

Por espacio de largos ocho años los pueblos del Donbass fueron sometidos al incesante bombardeo criminal de las fuerzas militares y paramilitares de Kiev, ante el silencio cómplice de los estados y medios occidentales. Aproximadamente, entre catorce mil a quince mil (14 mim a 15 mil) pobladores del Donbass fueron muertos producto de la guerra civil desatada por Kiev y un millón se vio en la necesidad de huir de Ucrania a Rusia para salvar sus vidas. Sin embargo, el prolongado sufrimiento de los originarios de cultura ruso a manos ee Kiev ha sido deliberadamente ignorado por las políticas mediáticas de las grandes trasnacionales de los estados poderosos de occidente.

Se pretende así, a los ojos y entendimiento de los consumidores de los medios de comunicación subordinados , hacer una desconexión entre la operación militar iniciada por Rusia el 24 de febrero de 2022 con los sucesos acontecidos en Ucrania desde el golpe de estado fascista del 2014 a la fecha. Es parte de la estrategia de proyectar la intervención de Rusia como una acción estrictamente unilateral injustificada y desarraigada de la realidad de represión que vivieron millones de ucranianos después del golpe del Maidán de 2014. 

Al cumplirse el día 365 de la operación de las fuerzas federales del estado ruso en Ucrania, invocada por Moscú con fines de proteger a la población del Donbass y otras regiones de tendencia separatista antifascista, El mundo asiste con estupor al escalonamiento del conflicto peligrosamente atizado por el suministro de armas de todo tipo por parte de las potencias occidentales al régimen de Kiev, con el claro interés de asestar a la Federación Rusa lo que ellos mismos denominan como una derrota estratégica en el siglo XXI, que anule su condición de Estado nacional potencia y de esa manera eliminar a a un componente fundamental de la arquitectura del mundo multipolar de esta centuria. 

Esta escalada de provocaciones belicistas se desarrollan también contra la República de China Popular mediante el apoyo norteamaricano a la sediciosa isla de Taiwán, al mismo tiempo que en América Latina, Medio Oriente y otras parte de Asia, las potencias occidentales aglutinadas en la OTAN implementan políticas de bloqueo y amenaza militar contra las fuerzas anti imperialistas, ejerciendo presión contra los estados de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán y Corea del Norte. Asi mismo, esta estrategia global de las potencias occidentales pasa por su choque a las fuerzas populares en aquellos países en donde los movimientos sociales luchan contra el neoliberalismo y aspiran al ejercicio del poder. 

De esta forma, el conflicto en Ucrania hace parte de uno más general a escala internacional, caracterizado por el intento de las potencias occidentales de mantener a toda costa sus posiciones coloniales y neo coloniales de los últimos siglos, en crisis ante la emergencia de la correlación mundial anti hegemón de estados y movimientos partidarios del multilateralismo.  

No hablamos por supuesto de una heterogeneidad ideológicamente homogénea que enfrenta al unilaterialismo de Estados Unidos, gobiernos y clases instrumentales en los aparatos de estado. Nos referimos a una buena parte del mundo plural, diverso, pluri cultural y de todos los continentes, que ha decidido enfrentar a dicha elite que busca a como de lugar preservar sus privilegios y socavar la soberanía de los pueblos.  

La clave de la paz en esta coyuntura pasa por el respeto a la convicción de los pueblos del Donbass y otras regiones que han manifestado su voluntad mayoritaria de ser autodeterminados. La política guerrerista de la OTAN debe cesar y esta organización guerrerista, brazo armado del capitalismo occidental, debe ser declarada por las Naciones Unidas como ilegal, criminal, contraria a la paz mundial. 

El Estado y gobierno panameño deben proceder a declarar en nuestro nombre, su vocación de paz y neutralidad. Pero no la neutralidad de los que se creen abstractos y ajenos a las contradicciones del mundo, sino una neutralidad activa que proponga el desarme nuclear, el respeto a la convivencia, la cooperación y la desarticulación de toda alianza militar de agresión como la OTAN. 

El Canal de Panamá debe ser declarado zona de paz y el Tratado de Neutralidad debe ser reemplazado por un nuevo marco jurídico panameño, soberano, que procurela la jurisdicción única de la República de Panamá, que permita nuestro total control de la zona canalera sin ambages, enmiendas o subterfugios interpretativos de conveniencia norteamericana. Esa constituye una de las nuevas banderas y reivindicaciones del movimiento patriótico panameño.  

Sólo un canal exclusivamente manejado y defendido por los panameños constituye la mejor protección de nuestro pueblo y cultura contra toda amenaza nuclear geopolítica contemporánea. Pues Panamá debe ser amigo de la humanidad y solidario con todas las naciones del orbe. 

Jorge González: panameño. Lic en Derecho y Ciencias Políticas y Maestrando en Docencia Superior y Derecho Internacional

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