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Política en México: fenómenos mediáticos de ayer y hoy 

Por Donovan Arteaga

         Parece que una manera común de obrar en la política es la deshonestidad. Desde la Antigüedad hasta nuestros días podemos atestiguar una gran cantidad de políticos que incurren en esta falta ética. De hecho, y para acabar pronto, podríamos preguntar por políticos honestos y casi podría apostar a que habría más amigos contados en la mano que esta clase de funcionarios públicos.

         Como parte de la procura de una vida feliz convendría no esperar a que se den cosas que parecieran imposibles, en este caso en particular: no esperemos a que haya una buena cantidad de políticos honestos, pues quizá los que tenemos, los deshonestos, son como la muerte, inevitables; además, no hay algo que podamos hacer más que convertirnos en políticos y actuar con honestidad.

         El problema que tal vez tendría que ser el centro de nuestra atención es el de la información con respecto a la fauna política local y global: ¿quién está detrás de los medios que consultamos?, ¿qué intereses tienen?, ¿quiénes los financian?, ¿cuál es el historial de aquellos que nos informan?, ¿a qué noticias le dan seguimiento y por qué omiten otras? Estas son algunas de las preguntas que debemos hacernos sobre los medios de comunicación y comunicadores a los que acudimos en busca de información.

         Sería un acto basado en la mala fe sartreana asumir que, por el hecho de que un medio, el que sea, divulgue información, significa que es verdadera. Por esto, y por muchas cosas más, podríamos considerar la información como una especie de oro que, si no sabemos distinguir el que es verdadero del falso, y si no sabemos digerirlo, puede resultarnos deletéreo.

         En las últimas semanas dos casos han inundado la mayoría de los medios de comunicación en México. Ambos podrían ser considerados como fenómenos mediáticos más que acontecimientos de relevancia periodística; la diferencia radica en que, el primero, se trata de una construcción de información por parte de algún(os) medio de comunicación con el objetivo de imponer, bombardear y desinformar a la gente, con opiniones sin fundamento y regidas por los intereses particulares de dicho medio; mientras que el segundo se trata de un acontecimiento de trascendencia pública que se impone por sí mismo en los temas del día.

         Uno de estos casos es el de la presentación de Xóchitl Gálvez como precandidata a la presidencia de la alianza opositora, el Frente Amplio por México conformado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).  A partir de este hecho se generó la narrativa en torno a la “trascendencia” política de la senadora Gálvez: que si el presidente López Obrador y sus correligionarios se sentían derrotados desde ya; que si estábamos frente a la resurrección de una oposición incapaz de ganar; que si Xóchitl Gálvez era la candidata idónea para nuestro México polarizado, esto bajo el argumento de que, por el hecho de provenir de un sector social de bajos recursos y llegar a ser una de las “mejores” ingenieras del país, además de pertenecer ahora a un sector minoritario que posee millones de pesos en su patrimonio, resulta ser la síntesis o el punto medio de los dos Méxicos.

         Estos y otros cuentos más se tejieron en la mayoría de los medios convencionales. Muchos de los otros medios, (digamos) los alternativos, cayeron en la discusión de dichas narraciones sobre Xóchitl Gálvez, mientras que otros señalaron y criticaron esta estrategia mediática que consistió en inflar a una posible candidata a la presidencia llamándole “fenómeno popular” en vez de “fenómeno mediático”. Basta con señalar que ni siquiera es de las precandidatas de la oposición más populares en todo el país, antes está Beatriz Paredes del PRI. 

         El otro caso es el del retorno del “virus comunista” por medio de los libros de texto gratuitos (LTG). Principalmente TV Azteca se ha encargado de divulgar la opinión donde se identifica a estos materiales con dicha ideología. Expresiones como “nuestros hijos corren peligro”, “No podemos regresar al obscurantismo (sic)”, “son una pila de educación comunista”, “México está en peligro por un virus que se creía erradicado”, entre otras, invadieron miles de hogares que sintonizaron la señal Azteca, acusando un adoctrinamiento político, pero sin dar razón de ello, simplemente se limitaron a calificar a los LTG de esta manera, pero sin explicar qué es el comunismo y por qué es tan malo como dicen. Tal parece que quien quiere imponer los dogmas (en un sentido religioso de la palabra) es TV Azteca y aquellos que buscan divulgar información sin antes ser cuestionada y analizada a cabalidad.

         Estos dos fenómenos mediáticos no son nuevos y seguirán apareciendo. No dependen de nosotros las noticias que circulan en los principales medios de comunicación, pero sí que seamos críticos con la información que nos proporcionan y, de esta manera, propiciar que dichos medios se lo piensen bien antes de hacer este tipo de manipulaciones.  

Donovan Arteaga: filósofo mexicano egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente realiza estudios de posgrado en dicha institución.

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