Operación Lanza del Sur, el asalto anunciado a la soberanía venezolana

Por: Ricardo Abud. Articulista venezolano.  

Desde nuestros espacios en Venezuela se observa con claridad meridiana lo que desde Washington intentan disfrazar con retórica humanitaria: la «Operación Lanza del Sur» no es más que el capítulo más reciente de una historia que Venezuela conoce demasiado bien.

Una historia donde las mayores reservas de petróleo del mundo pareciera nunca han sido realmente nuestras.

Hemos visto esta película antes. Irak tenía petróleo y armas de destrucción masiva». Libia tenía petróleo y un «dictador que masacraba a su pueblo». Siria tenía recursos estratégicos y una «crisis humanitaria». Ahora Venezuela tiene las reservas probadas de petróleo más grandes del planeta y, convenientemente, una «dictadura que debe ser liberada».

La fórmula es tan predecible que resulta insultante: primero vienen las sanciones que asfixian la economía, luego la narrativa mediática que culpa al gobierno local del colapso que ellos mismos provocaron, después el discurso de «responsabilidad de proteger», y finalmente, las botas en el suelo.

La «Operación Lanza del Sur» viene a garantizar que el petróleo venezolano fluya hacia el norte en los términos que Washington dicte. Viene a asegurar que las decisiones sobre los 303 mil millones de barriles de crudo no se tomen en Miraflores sino en boardrooms corporativos.

¿Dónde estaba la «comunidad internacional» cuando las sanciones impedían que Venezuela importará medicinas? ¿Dónde estaba la «preocupación humanitaria» cuando los bloqueos financieros impedían comprar alimentos? Ahora que el cambio climático hace más valiosos que nunca los recursos fósiles en esta transición energética, súbitamente descubren que los venezolanos «necesitan ser salvados».

Para los venezolanos que defendemos la autodeterminación sean chavistas, opositores o cualquier matiz intermedio hay una línea roja innegociable: ningún país extranjero tiene derecho a decidir nuestro destino por nosotros, especialmente cuando ese país tiene un historial documentado de derrocar gobiernos para acceder a recursos naturales.

El gobierno podrá tener mil defectos, la oposición podrá tener razones legítimas de queja, pero la solución a nuestros problemas internos jamás puede venir montada en tanques extranjeros. Porque sabemos que no vienen como libertadores, vienen como conquistadores del siglo XXI, con la bandera de la democracia en una mano y contratos petroleros en la otra.

La «Operación Lanza del Sur» representa la máxima expresión del neocolonialismo moderno. Ya no necesitan gobernadores coloniales ni virreyes ahora instalan «gobiernos de transición» con tecnócratas educados en universidades norteamericanas que firmarán concesiones que nuestros abuelos pelearon décadas por recuperar.

Llaman «liberación» a lo que es apropiación. Llaman «intervención humanitaria» a lo que es invasión. Llaman «restauración democrática» a lo que es saqueo sistematizado.

Venezuela recuerda 1902, cuando buques de guerra europeos bloquearon nuestras costas exigiendo pago de deudas. Recuerda las concesiones petroleras donde empresas extranjeras se quedaban con el 95% de las ganancias. Recuerda cuando nuestro petróleo era «venezolano» solo en el nombre.

La nacionalización petrolera de los años 70 no fue un capricho ideológico, fue la recuperación de lo que siempre debió ser nuestro. Cada venezolano que estudió esa historia sabe que lo que está en juego ahora no es un cambio de régimen: es la reversión de esa conquista histórica.

Mientras gobiernos latinoamericanos, algunos de ellos progresistas guardan silencio o incluso colaboran, se está estableciendo un precedente peligroso: cualquier país con recursos que Washington necesite puede ser «intervenido humanitariamente» si se niega a entregarlos en los términos exigidos.

Colombia, Brasil, México: observen bien. Hoy es Venezuela y su petróleo. Mañana puede ser el litio boliviano, el cobre chileno, el agua amazónica. Una vez que aceptamos que la soberanía es negociable cuando están de por medio los intereses de las potencias, ningún recurso natural latinoamericano está seguro.

La trampa del discurso imperial es presentar una falsa dicotomía: o apoyas al gobierno actual o apoyas la intervención. Pero existe una tercera vía que muchos venezolanos sostienen con firmeza: ni dictadura interna ni imperialismo externo. Soluciones venezolanas para problemas venezolanos.

De ocurrir la intervención militar estadounidense, y una vez contadas las pérdidas humanas y firmados los acuerdos que endeudarán a futuras generaciones, al ver el petróleo venezolano bajo el dominio transnacional, será ineludible recordar este momento. Recordaremos la fractura entre la libertad prometida y el sometimiento entregado.

Recordaremos que la «Operación Lanza del Sur» no vino a salvar a Venezuela, vino a salvar los intereses corporativos que nunca aceptaron que un país del sur global controlara su propio destino.

Porque si algo ha demostrado la historia venezolana es que somos un pueblo que no se doblega fácilmente. Peleamos contra España, peleamos contra las dictaduras del siglo XX, y si es necesario, pelearemos contra cualquier fuerza que intente despojarnos de nuestra soberanía.

No con ingenuidad romántica, sino con la claridad de quien sabe que defender los recursos naturales de tu país no es radicalismo, es supervivencia nacional.

La «Operación Lanza del Sur» podrá tener toda la tecnología militar, todo el aparato mediático, toda la justificación legal fabricada. Pero enfrenta algo que no aparece en los manuales de guerra: la memoria de un pueblo que sabe exactamente qué significa entregar su petróleo a manos extranjeras.

Y esa memoria no se bombardea, no se sanciona, no se derrota con operaciones militares de nombres grandilocuentes.

Esa memoria resiste.

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