Terrorismo, redes y Batman
Por Denes Martos
“Les ofrecí Utopía pero quisieron combatir
por el derecho a vivir en el infierno”
Mark Millar
(Superman: Hijo Rojo)
Cuando el 11 de Septiembre de 2001 ocurrió el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, el mensaje del entonces presidente George W. Bush consistió básicamente en decir: «Norteamérica ha sufrido un ataque. El enemigo es el terrorismo internacional. Estamos en guerra y la ganaremos nosotros».
Luego de 14 años – después que los norteamericanos gastaran más de 15.000 millones de dólares en esa guerra – el 13 de Noviembre de 2015 los terroristas musulmanes perpetraron una masacre en París. El mensaje del presidente de Francia, Francois Hollande, fue en esencia: «Francia ha sufrido un ataque. El enemigo es el terrorismo internacional. Estamos en guerra y la ganaremos nosotros».
Estos muchachos son tan poco originales que hasta se copian entre ellos. Y esto a pesar de que los 14 años transcurridos y todas las cosas que sucedieron en el ínterin demuestran que hicieron todo mal. Porque aunque (se supone que) todos están «en guerra» contra el terrorismo internacional, éste no ha hecho sino crecer y fortalecerse a lo largo de los años. En algunos casos hasta con la ayuda – deliberada o equivocada – de quienes (teóricamente) deberían combatirlos. Si el resultado de la guerra contra el terrorismo que proclaman todos es el que hoy tenemos a la vista, a uno le dan ganas de pedirles que prueben con la paz. En una de ésas con la paz quizás hasta obtendrían por casualidad un resultado levemente menos desastroso…
Míresela como se la mire, se trata de una guerra muy extraña.
Por un lado, si uno hace la pregunta de «¿a quién le conviene?» la respuesta puede sorprender pero no es muy difícil de formular: le conviene a todos los involucrados.
Por de pronto le conviene a los grupos más radicalizados del Islam enfocados en ganar poder y territorio, implantando de paso la «sharia» o ley islámica. Pero además, le conviene – si bien a veces por diferentes motivos – tanto a los Estados Unidos como a Israel y a Arabia Saudita; aunque más no sea porque la constante excusa de la «amenaza terrorista» le permite a esta troika una libertad de acción que de otra manera se vería bastante restringida tanto a nivel global como a nivel local. Ni Estados Unidos podría restringir la libertad de sus propios ciudadanos; ni Israel podría justificar sus enormes gastos bélicos, ni Arabia Saudita podría pretender tener la posición que tiene dentro del mundo musulmán si no fuese por la «guerra contra el terrorismo». Y conste que acabo de citar solamente los motivos más obvios. Porque hay muchos más, varios de ellos incluso interconectados. Hasta le conviene a Rusia porque le da la oportunidad de probar los juguetes bélicos de última generación que ha venido desarrollando desde el final de la Guerra Fría. Es una guerra que le conviene a los terroristas que la impulsan pero también a unos cuantos que deberían combatirlos.
Para explicar cómo puede surgir y mantenerse una situación así tenemos que echar mano a la teoría de las redes.
Una de las cosas que ha descubierto la investigación científica es que, así como la naturaleza tiene cierta predilección por distribuciones de valores que se condicen sorprendentemente bien con la llamada Curva de Gauss o curva de distribución normal, del mismo modo detrás de prácticamente todos los fenómenos naturales importantes aparecen los sistemas complejos de múltiples componentes en las llamadas «redes libres de escala».
Para entender la arquitectura de estas redes lo primero que hay que saber es que constituyen un tipo de red en la cual los nodos no están igualmente conectados sino que presentan grandes diferencias entre unos y otros.
Un mapa típico de esta clase de red presenta aproximadamente el siguiente aspecto:
El ejemplo que siempre suele citarse para ilustrar una red libre de escala es Internet en dónde literalmente millones de computadoras se conectan con frecuencia a determinados nodos populares (p.ej. los que tienen relación con facebook, amazon, google, ciertos diarios, etc. [1] ). De este modo, unos (relativamente) pocos nodos concentran la mayoría de las conexiones. Son los «nodos fuertemente conectados» – o «hubs» en la jerga informática.
Pero la red libre de escala no es un fenómeno exclusivamente informático ni mucho menos. Una cantidad enorme de estructuras de sistemas complejos puede inducir a primera vista a creer que los distintos elementos están dispuestos al azar, pero – si bien es cierto que no existe entre estos elementos una jerarquía entendida en el sentido tradicional del término – tampoco el azar termina siendo una explicación totalmente satisfactoria.
Sucede que estas redes poseen algo así como una «lógica auto-constructiva». Si bien siguen modelos de distribución propios, con el tiempo surgen esos puntos «fuertemente conectados» o «hubs» cuyo crecimiento es auto-impulsado. En un sistema en red de este tipo los puntos «fuertemente conectados» pueden hasta llegar a competir entre sí pero no obstante operar en conjunto según un estricto orden para constituir una superestructura prácticamente invisible.
Todo esto resulta realmente interesante porque, por ejemplo, los tumores cancerosos y sus metástasis forman redes de este tipo. Otros ejemplos comúnmente citados de esta clase de sistemas/redes son las redes de amistades entre personas, las redes de las mafias y del narcotráfico, las redes de distribución eléctrica, las redes comerciales internacionales, las redes de neuronas en los organismos dotados de sistema nervioso (redes neuronales), las redes de interacción de proteínas en el metabolismo celular, las redes de comunicaciones terrestres, navales y aéreas, etc. etc.
Y seguramente ya lo habrán adivinado ustedes: también son de esta clase las redes de las organizaciones terroristas. Pero hay un detalle que no siempre se tiene en cuenta: también así es como funciona la red del poder global que (al menos teóricamente) estaría combatiendo al terrorismo. De modo que con el enfrentamiento entre el terrorismo y el poder global lo que en realidad tenemos es un conflicto entre redes.
Esto es lo que dificulta de un modo enorme el análisis de las diferentes situaciones que se están produciendo. Porque ninguna de las dos redes es bien conocida en realidad. El poder global directamente niega su propia existencia acusando de fabuladores paranoicos a quienes intentan describir su estructura mientras que, por el otro lado, el «mapeo» de la red del terrorismo internacional – o, mejor dicho, el Estado Islámico que ahora lo corporiza – es propiedad exclusiva de las grandes centrales de inteligencia que no comparten su información con nadie.
Así, por ejemplo, se hace muy difícil establecer a ciencia cierta el verdadero valor de los bombardeos norteamericanos – y ahora también franceses e ingleses – sobre el Estado Islámico. No disponiendo del mapa de la red de ese Estado se hace imposible determinar el valor, vale decir: la importancia, del nodo atacado. En forma inversa, aun con lo relativamente poco que sabemos en firme de la estructura de la red del poder global, es fácil darse cuenta de que atentados como los perpetrados contra Charlie Hebdo o la sala de conciertos Bataclan pueden tener un fuerte impacto psicológico pero, como objetivos bélicos, su valor es prácticamente nulo. En cambio un valor táctico y estratégico mucho mayor tiene la invasión del continente europeo con millones de musulmanes entre los cuales es sencillísimo plantar unidades operativas que pueden entrar en acción en cualquier momento. Con ello, de nuevo tenemos dos ganadores: los yihadistas del Estado Islámico cuya influencia y radio de acción se expande, y los poderes globales asentados en los EE.UU. muy interesados en consolidar su hegemonía para lo cual debilitan a Europa en forma deliberada a fin de que ésta no les actúe de competencia.
La otra cuestión que resulta difícil establecer es dónde exactamente se encuentran los puntos de contacto entre ambas redes. Porque, que existe una interconexión y hasta una coordinación, eso es algo que no solamente afirman varios testigos sino que se desprende en forma directa de la lógica de los hechos. Es prácticamente imposible lograr situaciones del tipo «win-win» – es decir: resultados en dónde ambos rivales del juego ganan – sin una comunicación entre los participantes. Lo que sucede en las redes es que esta comunicación no tiene por qué tener lugar al nivel de los «hubs» o nodos principales. Basta con establecerla entre nodos muy secundarios para que luego la información fluya naturalmente por los canales de cada red. Dicho en otros términos: no es necesario que el Pentágono se ponga en contacto directo con el Estado Mayor de Abu Bakr al-Baghdadi. Es suficiente con que, por ejemplo, una oficina de turismo cualquiera de Nueva York, montada como pantalla por la CIA y que opera normalmente en la industria turística, se ponga en contacto con, digamos, una central de taxis controlada por el ISIS en Bagdad o Ankara. Pasados los mensajes, cada uno sabrá a quien tiene que escalarlos porque, como dicen los chinos: «cada uno sabe a quién tiene que mandar así como cada uno sabe a quién tiene que obedecer».
Con todo, no podemos dejar de mencionar que estas redes también presentan la tendencia a volverse autónomas. Se hace cada vez más evidente que, si bien el ser humano es el que ha creado varios de estos sistemas complejos, también puede perder el control sobre los mismos de un modo muy rápido. La guerra violenta entre las redes del narcotráfico es un ejemplo palmario de esta característica: ante la ausencia de mecanismos de moderación el sistema puede volverse altamente inestable con lo que puede terminar subdividiéndose en varias redes más pequeñas o bien incluso autodestruirse por completo.
De cualquier manera que sea, hay que tener presente que no es nada fácil eliminar una red libre de escala.
Durante los últimos años se investigó la capacidad que estas redes tienen para soportar fallos y se descubrió que resultan sorprendentemente flexibles y resistentes si se extrae al azar algún punto de conexión. Si se hace algo así, casi inmediatamente otros puntos interconectados se hacen cargo de las funciones que cumplía el punto eliminado. Internet no «se cae» por el mero hecho de que se rompa el disco rígido de algún server. Puede fallar el servicio de toda una empresa y hasta – exagerando – todo un país, pero el resto de la red seguirá funcionando. Esta elasticidad es la que explica la extraordinaria tenacidad de las redes y su gran estabilidad a pesar de los no pocos errores y fallos que ocurren con frecuencia. No obstante la red se desintegra muy rápidamente si en lugar de eliminar puntos al azar eliminamos de un modo deliberado y sistemático los «hubs» o puntos fuertemente conectados.
En la práctica esto significa que difícilmente estas redes resulten destruidas por alguna falla, rotura o ataque al azar; en cambio resultan casi totalmente inermes ante ataques bien dirigidos. Los sistemas en disposición de red garantizan, pues, una sorprendente capacidad de flexibilidad y resistencia; pero dependen fuertemente de una cantidad crítica de nodos fuertemente conectados desde el momento en que éstos constituyen tanto los principales agentes de auto-reparación como los talones de Aquiles de toda la red.
Muy probablemente ésa es la razón por la cual Putin es visto de muy mal modo por su intervención en Siria. Es que el ruso está pegando donde realmente duele: en la fuente de ingresos económicos del ISIS. Todo el negocio del petróleo clandestino extraído por los terroristas y vendido a través de la mediación de Turquía ha sido reducido a algo así como la mitad por los ataques de los rusos. La operación del contrabando de petróleo ha estado desarrollándose por al menos durante los últimos dos años, desde que el ISIS ocupó la zona petrolífera de Siria oriental cerca de la ciudad de Deir Ezzor. Se estima que la operatoria le rendía unos 3 millones de dólares diarios al ISIS. Hoy, luego de los ataques rusos, la cifra estaría en alrededor de 1.5 millones y bajando.
Según el periodista irlandés Finian Cunningham la culpa – o por lo menos buena parte de ella – la tiene… Batman. [2]
Lo lamento pero ése es el nombre: Batman. Por supuesto que no se trata del Caballero Oscuro de larga capa sino de una ciudad del sudeste de Turquía que por esas casualidades casi inexplicables de la filología [3] tiene exactamente ese nombre y es donde se concentra la industria petrolífera estatal turca.
Las imágenes satelitales obtenidas por los rusos demuestran que hacia esta ciudad converge una de las principales rutas utilizadas por el ISIS para transportar su petróleo. Se pueden observar miles de camiones-tanque transportando petróleo del Este de Siria hasta la ciudad turca de Batman, cerca de la frontera entre ambos países. Desde esa ciudad hay un oleoducto que termina en el Mediterráneo en el Golfo de Iskenderun, por las ciudades de Dortyol y Ceyhan. Y – ¡oh casualidad! – justo en Ceyhan es desde donde opera la importante compañía naviera BMZ propiedad de – ¡oh casualidad de casualidades! – Bilal, el hijo del presidente turco Erdogan y unos cuantos miembros más de su familia.
Quienes tienen aproximadamente mi edad podrán decir: ¡Chispas Batman! Las cosas se están poniendo bastante pesaditas en Ciudad Gótica.
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NOTAS
1)- No necesariamente cada uno de estos sitios populares representa un y solo un nodo en la red. Puede tener – y de hecho la enorme mayoría de las veces tiene – varios nodos.
2)- https://www.rt.com/op-edge/324602-turkey-oil-batman-erdogan/
3)- El origen del nombre de la ciudad no es conocido con certeza. Puede ser que provenga del nombre de la montaña Bati-Raman que está en la zona. También es posible que se halle relacionado con la unidad de peso Batman utilizada en el Imperio Otomano.(Cf. https://en.wikipedia.org/wiki/Batman_%28unit%29).