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¿Qué celebramos el 25 de diciembre?

Por Leonardo Parrini 

La Navidad, como todas las celebraciones religiosas, perduran alejadas de la realidad del ser humano. Una fecha que no precisa del todo qué conmemora el calendario el 25 de diciembre y que en el devenir del tiempo ha perdido el sentido místico que pudo tener en sus orígenes, para dar paso a una celebración pagana, mercantil y carente de sentido devoto.

Narra la crónica bíblica que la Navidad es la conmemoración del nacimiento de Jesucristo que se celebra el 25 de diciembre, fecha que conserva similitudes con las Saturnales o fiestas paganas que celebraban los romanos en honor a Saturno, el dios de la agricultura y la cosecha, que originalmente transcurrían entre el 17 y el 23 de diciembre. Esta fecha coincide con el solsticio de invierno, el período más oscuro del año, cuando el Sol sale más tarde y se pone más pronto. Los romanos acostumbraban a celebrar el 25 de diciembre la fiesta del Natalis Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo. De esta fiesta, se tomó la idea del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús.

La mitología católica conserva la representación del Belén, o el humilde pesebre que escenifica el nacimiento de Cristo, desde que fue realizada por San Francisco de Asís en la Nochebuena de 1223, en una cueva próxima a la ermita de Greccio, en Italia. El calendario convencionalmente utilizado que asume como cambio de era la fecha de nacimiento de Jesús de Nazaret, no es correcto si se atiene rigurosamente a los registros históricos: ni Jesús nació el año 1, ni fue el 25 de diciembre. En rigor, el personaje de Cristo fue históricamente real, no obstante, los datos que nos llegan sobre su existencia son a menudo contradictorios e interpretados con una finalidad religiosa. Historiadores coinciden en señalar que, través de un examen y una criba de aquellos son invención intencionada, y desde esa convencionalidad es posible deducir la fecha de su nacimiento.

La fuente pertinente al nacimiento de Jesús son los Evangelios y estos, sin embargo, ofrecen datos incompatibles. Los evangelistas Mateo y Lucas sitúan el nacimiento de Cristo en los días de “Herodes el grande”, que fue un rey vasallo de Roma entre los años 37 y 4 a.C., fecha fidedigna según los registros romanos y conforme los evangelios reinó un par de años en vida de Cristo, que habría nacido el año 5 o 6 a.C. Según estos cálculos cronológicos, en el nacimiento de Jesús existe una diferencia de diez años. Es más riguroso, según el registro de Flavio Josefo y las constantes menciones al rey Herodes, tomar como referencia válida la que señala el nacimiento en vida de este rey y situarlo alrededor del año 6 a. C.

Entre los convencionalismos históricos de la Iglesia existe la fecha del año 1, establecida por accidente o intencionalmente en el siglo VI por un monje bizantino de nombre Dionisio el Exiguo, quien diseñara un nuevo sistema de datación de los años para diferenciar la era pagana de la cristiana: el Anno Domini -año del Señor, es decir, del nacimiento de Jesús-, en sustitución de la datación romana ad Urbe condita -“desde la fundación de la ciudad”-, es decir, de Roma.

Una historia intencionada

El año de nacimiento de Jesús cuenta con ciertas referencias, pero no así el día. El 25 de diciembre, fecha elegida para celebrar su natalicio es, con toda seguridad, una elección intencional. No deja de ser curioso que las fuentes religiosas primarias no mencionen tal día como del nacimiento de Jesús. Incluso la efeméride, en los días originarios del cristianismo carecía de importancia. Se conoce hoy que la primera referencia al 25 de diciembre data de la época de Constantino, emperador romano que oficializó la práctica del cristianismo. Desde entonces el proselitismo cristiano fue permitido y con su legalización surge la preocupación por la conversión de la población a esa religión, motivo por el cual había que facilitar la interpretación de los hechos relacionados con el Mecías, conforme la cultura grecorromana.

El 25 de diciembre, como natalicio de Jesús, ya era fecha convencional cuando Dionisio elabora la nueva datación. Y esa fecha fue elegida por ser la fiesta del Sol Invicto, dios oriental elevado a culto oficial del Imperio por el emperador Aureliano, a fines del siglo III. Desde el reinado de Constantino, que decretó al cristianismo como religión oficial, los intentos de evangelización adoptaron la superposición de celebraciones cristianas con las paganas para facilitar la conversión religiosa de los romanos. Además, oficialmente se identificaron diversos aspectos del cristianismo y de Jesús con los dioses antiguos. El Sol Invicto servía como metáfora para identificar a Jesús como el nuevo sol que habría de iluminar el mundo. De hecho, Cristo y Jesucristo son palabras pertenecientes al ámbito religioso: Christós es un término griego que significa el “ungido”, es decir, persona que ha sido señalada con óleo sagrado, una emanación, espíritu o poder sagrado. El término ungido es utilizado, frecuentemente, en referencia a Jesús para difundir sus enseñanzas en el Imperio Romano y, posteriormente, en el resto del mundo.

La Navidad, o natividad, debemos interpretarla como el nacimiento de una nueva profecía o vaticinio de algo nuevo en su momento y que, en el devenir del tiempo, perdió su esencia y se ha desnaturalizado en una fecha sin sentido místico, que dio paso a una celebración pagana, consumista y de dudosa conmemoración histórica.

Leonardo Parrini: Periodista. Fotógrafo. Director-Editor de la revista digital Lapalabrabierta. Colaborador de las revistas ROCINANTE y BABIECA (Campaña de Lectura Eugenio Espejo). Conductor del programa La Oreja Libertaria, Radio Pichincha 95.3 FM. Autor de los libros La hora del lobo (2000), Decapitar a la Gorgona: ¿la corrupción, una moral de la crisis? (2001), Eva sin paraíso (2003), Diálogo comunitario en democracia (2013), Égüez. La memoria insumisa (2016), Escritos en clave morse (2018), Retrato Íntegro, testimonio vital (2019), El canto de todos (2022). Ha colaborado en Revista Diners como comentarista de obras literarias.

Pintura “La Natividad”. Autor: José Campeche Jordán (Puerto Rico 1751-1809)

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