Por Info al Desnudo
El shutdown, la congelación de las actividades no esenciales del gobierno federal, va camino de convertirse en el más largo de la historia de Estados Unidos,comenzó el 1 de octubre, y mientras se da la paradoja de que una administración que llegó al poder gritando “America first”, parece preocuparse sólo por la política exterior e ignora los daños potenciales causados por la falta de fondos.
Este 1 de noviembre se agotó la financiación del programa federal de asistencia alimentaria para personas con ingresos bajos o nulos, llamado Snap, que distribuye vales a más de cuarenta millones de estadounidenses. En realidad, el dinero iba a estar ahí, porque el Departamento de Agricultura, que gestiona el programa, podía disponer de seis mil millones de dólares destinados a emergencias. Pero Trump ha ordenado que no se toquen, y los líderes republicanos del Congreso se han negado a votar la reapertura de las ayudas, basándose en el cálculo de que al final serán los demócratas quienes carguen con la culpa del Snap y del cierre.
El viernes, un juez de Rhode Island ordenó a la Casa Blanca que siguiera financiando los cupones de alimentos durante el cierre, pero Trump está dando largas, por lo que parece inevitable que los subsidios al menos se retrasen.
Más allá de los juegos políticos a corto plazo, ¿cómo se explica que los republicanos sean hostiles a un programa que beneficia a decenas de millones de estadounidenses, muchos de los cuales son sus electores? Los condados donde más gente recibe cupones de alimentos son en su mayoría rurales, abrumadoramente blancos y fielmente trumpianos. En Kentucky, en el condado de Owsley, el 37% de los residentes recibe esta ayuda y el 88% votó a Trump.
La razón de fondo, argumenta el economista Paul Krugman en su boletín, es que sigue muy extendido entre los conservadores el estereotipo de que la mayoría de los receptores son vagos o desempleados por elección propia. En realidad, cuatro de cada diez son niños, casi uno de cada cinco son ancianos y más de uno de cada diez son discapacitados. Entre los adultos que pueden trabajar, muchos tienen empleo pero ganan demasiado poco para vivir sin ayudas estatales. Son los llamados trabajadores pobres. Reducir la financiación o imponer nuevos requisitos para acceder a ella, explica Krugman, no empujará a estas personas al mercado laboral, sólo aumentará el hambre y la pobreza. Desde la creación del programa en los años 60, muchos estudios han demostrado que los niños que crecen en familias subvencionadas por los fondos Snap se convierten en adultos más sanos y productivos.