Por Redacción Información al Desnudo
Es poco probable que la iniciativa etíope con Pekín de convertir parte de su deuda de 5.380 millones de dólares a yuanes se quede en una maniobra puramente financiera. Etiopía, que se recupera de un impago de 2023 y se encuentra atrapada en una reestructuración de 15.000 millones de dólares, busca alivio en un contexto donde el acceso a los mercados del dólar sigue siendo prohibitivo. Para ello, sigue los pasos de otros países de la región, como Kenia, que especulan con una desvinculación del dólar, actualmente distante, una perspectiva que China fomenta en sus socios emergentes al ofrecer crédito a tipos más bajos (3% frente al 7,25% de Estados Unidos) a cambio de una mayor influencia sistémica.
Más allá del aspecto técnico, esta iniciativa se encuentra en la encrucijada de intereses geopolíticos divergentes. Adís Abeba pretende liberarse de la deuda para relanzar su proyecto de industrialización. Al mismo tiempo, Pekín espera que el rescate etíope le permita perseguir dos objetivos estratégicos.
Primero objetivo inmediato: impulsar la internacionalización del yuán, convirtiendo a los deudores africanos en nodos de una esfera monetaria paralela al dólar. Si la iniciativa toma impulso, Senegal y Ghana lo están observando, Pekín podría consolidar un cinturón financiero que complemente su Iniciativa de la Franja y la Ruta de la seda y mitigue su vulnerabilidad a las sanciones estadounidenses.
Segundo objetivo, más discreto, pero políticamente crucial: utilizar el apalancamiento financiero para moderar la agenda revisionista del primer ministro Abiy Ahmed en el Cuerno de África.
En resumen, las consecuencias de la posible «yuanización» de Adís Abeba dependerán menos de los tipos de interés y más del equilibrio de poder creado entre deudor y garante. Sin embargo, siempre teniendo presente que en el Cuerno de África, tarde o temprano, toda deuda se paga según la lógica pura del poder territorial.