Alemania en la encrucijada: ¿puente para la paz o plataforma de guerra?

Por Richard Leuenberger.
Consultor en Derechos Humanos y Geopolítica.

Para su obra publicada esta primavera, Hauke Ritz retomó el título de un ensayo de febrero de 2023: «Por qué la paz mundial depende de Alemania». Este texto, que constituye ahora el capítulo final de su libro, sostiene que Alemania se encontrará «en el corazón del creciente conflicto entre Estados Unidos y Rusia». Según el autor, el territorio alemán sirve como centro logístico para el apoyo estadounidense a Ucrania, gracias a sus redes ferroviarias, puertos, autopistas y centros de tránsito que abastecen al nuevo «frente oriental» [NATO, 2023]. Con el mando estadounidense para Europa establecido en Wiesbaden (U.S. European Command, EUCOM) [Army.mil, 2024], y con Alemania participando activamente en el esfuerzo de guerra –formación de soldados [BBC, 2023], entrega de tanques Leopard 2 [Bundesministerium der Verteidigung, 2023], contribución financiera masiva [SIPRI, 2024]–, Ritz considera que, sin ella, Estados Unidos no podría instrumentalizar a Ucrania en su confrontación con Moscú.

Prosigue señalando que el único freno a la escalada deseada por Washington sería el límite que Berlín se atreviera a fijar. «Si nuestro país rechaza esta guerra, se detendrá de inmediato», escribe, antes de advertir: en cambio, si la línea seguida desde el 24 de febrero de 2022 continúa, «la próxima guerra mundial será la nuestra».

Dos años y medio después de la publicación de este ensayo, la posición de la administración estadounidense en funciones desde enero sobre la continuación del conflicto ya no está asegurada [CFR, 2025]. En cambio, influyentes lobbies al otro lado del Atlántico presionan para su prolongación [OpenSecrets, 2024]. En Alemania, desde la llegada de Friedrich Merz a la Cancillería, el gobierno asume no solo el papel de ejecutivo, sino también, visiblemente, el de comandante en jefe [Der Spiegel, 2025]. El desinterés de Berlín por una solución diplomática fue confirmado por la declaración del 9 de agosto de 2025, firmada por varios dirigentes europeos con motivo del encuentro entre los presidentes estadounidense y ruso [Tagesschau, 2025]. Este texto, exento de toda responsabilidad sobre la guerra en Ucrania, retomó las habituales acusaciones belicistas contra Rusia y llamó a la continuación de las hostilidades.

Frente a ello, numerosas voces se elevan en todo el mundo con una urgencia creciente: ¿por qué Alemania adopta estas medidas desastrosas y por qué la resistencia pública es tan débil? La pregunta permanece: ¿qué sentido tienen estos comportamientos suicidas que solo pueden hundir a Europa en una guerra mayor, interminable o fatal?

Las encuestas políticas regulares en Alemania revelan un profundo rechazo. Así, en julio-agosto de 2025, el 51 % de los encuestados por el instituto Forsa se negó a designar un partido capaz de resolver los problemas del país, signo de una pérdida de confianza generalizada [Forsa, 2025]. Solo un 20 % mencionó a la Unión (CDU/CSU) y un 6 % al Partido Socialista. Este escepticismo hacia toda la clase política no es un episodio pasajero, sino una tendencia fuerte y persistente [Eurobarómetro, 2025].

Algunos podrían alegrarse, viéndolo como fruto de sus críticas. Pero, ¿bastará esta actitud para modificar la política gubernamental? Nada es menos seguro. ¿Conducirá a mejores resultados electorales? Pero, ¿qué partidos son hoy verdaderamente convincentes? ¿O asistiremos a una «revolución pacífica» surgida desde la base, como a finales de los años ochenta en Alemania del Este [Bpb.de, 2020]?

Esto lleva a dos preguntas cruciales: ¿qué fue de nuestra propia «revolución pacífica»? ¿Es realmente «mejor» la Alemania reunificada? ¿Y no corremos el riesgo de una deriva comparable a la de los «años oscuros» de la primera mitad del siglo XX, con sus crisis permanentes y el llamado al «hombre fuerte»? Esta hipótesis, por desgracia, no puede descartarse ante la resignación y el descontento generalizados [Freedom House, 2024]. A la luz de obras como las de Emmanuel Todd (La chute finale, 2023) o Hauke Ritz sobre el declive de Occidente, la amenaza de una nueva dictadura en Alemania debe tomarse en serio.

Un reportaje de la revista suiza Weltwoche del 17 de julio de 2025 sobre el influyente bloguero estadounidense Curtis Yarvin, citando «¡La democracia a la basura!», ofrece un escalofriante vistazo a los abismos ideológicos de cierta América [Weltwoche, 2025]. Precursor del movimiento MAGA, vinculado a la élite millonaria (Peter Thiel) y favorable a un poder fuerte [Bloomberg, 2024], Yarvin rechaza la igualdad humana y aboga por un Estado instrumento de dominación para una élite –el esbozo de una dictadura fundada en una nueva esclavitud [The Atlantic, 2023]. Su lectura es repugnante, pero necesaria.

Para un europeo ilustrado, esta perspectiva resulta desoladora. Nos remite a la Alemania de 1925, en pleno corazón de los «años locos»: ¿quién habría podido imaginar entonces el destino del país tras el 30 de enero de 1933? [Evans, 2003].

Criticar a Merkel, Scholz o Merz es una cosa, justificada. Pero cuando faltan los fundamentos éticos, cuando todo parece ir mal sin una perspectiva clara, el futuro se vuelve imprevisible. La evolución estadounidense es, en este sentido, profundamente inquietante [Brookings, 2024].

¿Qué hacer? La historia muestra la inutilidad de imponer directrices a los conciudadanos. Los bellos programas políticos degeneran a menudo en eslóganes coercitivos. Una vía probada permanece: el diálogo. Mantenerse informado [Pew Research Center, 2024], cultivar un pensamiento libre e independiente, mostrar compasión y ayuda mutua, y abogar por la paz siempre que sea posible [UN Peacemaker, 2023] son las mejores condiciones para encontrar soluciones respetuosas de la dignidad humana, con o sin partido. Nada está garantizado; todo depende de nuestra firmeza interior. Ella nos guía hacia virtudes humanas intemporales: la apertura de espíritu, el respeto de los derechos cívicos, incluso para quienes piensan diferente, y un pensamiento liberal auténtico que coloque los derechos inalienables del ciudadano y una democracia más directa en el centro de la acción. La multiplicación de este civismo responsable sería una bendición para Alemania, para la paz en Europa y en el mundo.

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