Las variadas vestimentas del fascismo

Por Reinaldo Spitaletta. Escritor colombiano.

Tenía dudas acerca del autor de una frase que, por estos días, circuló, sin nada de contexto, por algunas redes sociales. “Cuando el fascismo regrese, no dirá: ‘soy el fascismo’. Dirá: soy la libertad”, suscrita por Umberto Eco. Me pareció, en primera instancia, que, en efecto, era del creador de El nombre de la rosa. Y que, por si acaso, podría estar en una conferencia suya, titulada “Ur-Fascismo” (o Fascismo Eterno). Así la dejé ir en ese mundo azaroso, inconsistente y facilista de las frasecitas vaporosas que van y vienen.

Busqué el texto del discurso original, y por ningún lado estaba la frase atribuida a Eco. Pero el ensayo, magnífico en su contenido, nos recordó cómo Eco, en parte de su infancia, e inicios de su adolescencia, giró, como muchos chicos italianos de entonces, en torno a Mussolini y su fascismo. Y después, se erigió en un militante de la resistencia y formuló, con suacendrado sentido combinador de humor y otras ironías, las debilidades filosóficas de esa ideología que, como es fama, no murió con la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial.

El fascismo va y vuelve. A veces, se disfraza de grupúsculos sanguinarios de “limpieza social” (el término, en sí mismo, es repugnante); o de concejalito uribista que sale, bate en mano, sin ser siquiera beisbolista (nada raro que lo llamen de las Grandes Ligas del terror), a amenazar y vociferar contra manifestantes. “Mussolini no tenía una filosofía: tenía solo una retórica”, dice Eco. Ah, y una forma de vestir “con lo que tuvo mayor éxito en el extranjero que Armani, Benetton o Versace”. Y no solo eran “camisas negras”.

Sí, es sabido que el fascismo suele utilizar variadas vestimentas. O disfraces. Se muestra, en ocasiones, como una panacea a los males que, en esencia, él mismo ha producido en la sociedad que lo acoge. O acolita. O patrocina. Puede ser, como pasa por estos cañadulzales, que vocifere con amenazas como “plomo es lo que hay, plomo es lo que viene”. O con ciertas elusiones, como decir, tras un reguero de “falsos positivos”, que esos “muchachos no estaban propiamente cogiendo café”.

Volviendo al escrito de Eco, en otro apartado advierte sobre ese totalitarismo, que es un collage de “diferentes ideas políticas y filosóficas”, y acerca de su capacidad para camuflarse, sin éxito, porque siempre es posible reconocerlo, identificarlo. Hay momentos en que, como estrategia del engaño y del mimetismo, se presenta como de “avanzada”, así como en otras circunstancias requiere mostrarse como defensor de tradiciones, de un statu quo, “respetuoso” de la ley y del orden (claro, de aquel que segrega y reprime y mantiene privilegios de minorías…).

El elitismo, “aspecto típico de toda ideología reaccionaria”, es otra de sus características. Y en ese punto puede vociferar sobre la necesidad de la masa de tener un dominador, una especie de guía-redentor-salvador. Y, en su esencia, hay un culto a la muerte, “anunciada como la mejor recompensa a una vida heroica”. En el texto, Eco recuerda que el “Ur-Fascismo” habla una “neolengua”, como la de 1984, novela de Orwell. Hay que estar preparados, agrega, para identificar otras formas de “neohabla”, incluso “cuando adoptan la forma inocente de un popular reality show”.

A propósito de Orwell y su novela Rebelión en la granja, los cerdos son los que tienen “mala prensa”. Ha sido común que se emplee o se anteponga ese “chicharronesco” apelativo para insultar a nazis, sionistas, derechistas, izquierdistas, estalinistas, trotskistas, uribistas, petristas, etc, o a tipejos como Trump, Netanyahu, etc. “Cerdo” como un vilipendio a alguien por su ideología o condición de verdugo. Los cerdos, se podría asegurar, tienen mucha más prosapia y limpieza que, por decir algo, esos “cerdos fascistas”. No sé si ya se le haya dicho así al concejal del bate que quería batear de jonrón con cabezas de manifestantes en Medellín.

Después de realizar una radiografía, una disección del fascismo en catorce puntos, Eco termina su conferencia-artículo con unas frases demoledoras: “Libertad y liberación son tareas que no acaban nunca. Sea este nuestro lema: “no olvidemos”. Hay, en este final, un llamado a la memoria, a la historia, a mantenernos alerta frente a todas las amenazas contra la dignidad humana, contra el sujeto, contra el ciudadano, contra los defensores de derechos humanos, en fin. Porque el fascismo es rico en argucias y dispositivos para “pescar en río revuelto”.

El fascismo no se ha ido. Siempre está volviendo. Y es experto en camuflaje. O en batear cabezas. O en maquillajes que ocultan su perfidia y revelan una falsa cara, lozana y bonachona. En última instancia, la frase del principio, que tantas vueltas sigue dando, no es de Eco, aunque por su esencia filosófica podría serlo. Es, y con otra construcción, de Thomas Mann: “Si el fascismo regresa, lo hará en nombre de la libertad”.

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