Por Giuseppe Gagliano. Articulista italiano
Más del 90% de los recursos agrícolas de Gaza han sido destruidos en dos años; pozos, invernaderos e infraestructuras han sido arrasados; en Cisjordania, miles de agricultores se han visto afectados por incendios, desarraigos, secuestros y barreras de acceso. Esto no es solo un efecto secundario de la guerra: los ataques a la agricultura también afectan la identidad, los ingresos y la cohesión social. La violencia de los colonos durante la cosecha de aceitunas —una época simbólica de la vida rural palestina— añade presión diaria, compuesta por intimidación y daños, convirtiendo la cosecha en una zona gris de conflicto.
Una cadena de suministro agrícola depende de la continuidad: agua, semillas, mano de obra, crédito y acceso a los mercados. Cuando se interrumpe tan solo uno de estos vínculos, el ciclo se desmorona; cuando todo se desmorona, la recuperación lleva años. La estimación de más de 3.000 millones de dólares en potencial y 200.000 empleos perdidos en zonas bajo control israelí refleja un coste de oportunidad gigantesco. En términos macro, significa más importaciones de alimentos, precios más volátiles y más pobreza. A nivel micro, familias sin liquidez, el colapso de las cooperativas agrícolas y la retirada del crédito agrícola;el resultado es una dependencia humanitaria estructural, no de emergencia.
En el lenguaje de la doctrina, la agricultura es una «infraestructura crítica generalizada»: garantiza la resiliencia alimentaria y el consenso social. Atacarla erosiona la capacidad de una comunidad para resistir una guerra prolongada, multiplicando los efectos del bloqueo logístico. La secuencia es bien conocida: destrucción física → abandono de los campos → pérdida de variedades locales → desertificación económica. Al mismo tiempo, los ataques de colonos durante la temporada de aceitunas funcionan como una «vigilancia de dominio» sobre el territorio: control mediante la dispersión, el desgaste diario y los costes de seguridad que recaen sobre los civiles.
El colapso del sector agrícola está ahora plenamente integrado en los expedientes multilaterales. Tras el fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre las obligaciones de facilitación de la ayuda, la destrucción de los recursos agrícolas se convierte en un multiplicador del riesgo de hambruna y en un indicador de incumplimiento del derecho humanitario. Para Europa y los principales donantes, la cuestión es simple e incómoda: financiar la ayuda sin garantías de acceso y protección de los campos es como llenar un cubo agujereado. Sin embargo, para los actores regionales, la cadena de suministro de aceite de oliva palestino también representa poder blando: marcas, exportaciones e identidad mediterránea. Cada olivo arrancado erosiona el capital simbólico y económico.
La reconstrucción no es solo dinero se necesita:
1. Restauración del agua y la energía (pozos, bombas, microrredes solares para riego).
2. Reactivación del crédito agrícola y la cobertura de seguros paramétricos contra eventos bélicos. 3. Semillas y viveros resilientes, recuperación de cultivares locales, programas plurianuales de reforestación de olivos.
4. Corredores seguros para insumos y productos, con garantías de terceros para el tránsito de productos perecederos.
5. Trazabilidad digital de parcelas y daños para una compensación rápida y auditable.
Sin estos pilares, la ayuda se reduce a asistencia, no a desarrollo. Con ellos, la agricultura se convierte en una palanca para la estabilización y el empleo juvenil.
En Palestina, la tierra es memoria e ingresos. Centrar la atención en la agricultura significa empujar a comunidades enteras al éxodo económico o a la radicalización de la frustración. Proteger los cultivos, por otro lado, reduce la presión social, fortalece las administraciones locales y restaura el margen para la diplomacia; en otras palabras: proteger los olivares hoy previene emergencias mañana. La paz, cuando llegue, requerirá ingresos en lugar de proclamaciones; y los ingresos, en Palestina, comienzan con un campo que vuelve a dar frutos.