El prodigio de Miranda
Por Narciso Isa Conde
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Hay lomas prodigiosas, cuya defensa persistente ha sido capaz de tumbar máscaras engañosas y también de poner en la superficie la lucha de clases: trabajo contra el capital, pobreza contra opulencia, vida colectiva contra la muerte auspiciada por corporaciones voraces y políticos deshumanizados.
Miranda es una de ellas, y no solo por ser Miranda con hermosos atributos, sino por representarlas a todas, simbolizando la vida de una isla y dos pueblos.
Danilo fue percibido de una manera benigna antes del veto infame… y de otra muy distinta al asumir públicamente su militancia secreta junto a la Cámara Minera, la Americana, el CONEP y el Cardenal. Engañan quienes hablan ahora de un 91% (incluso de un 73%) de popularidad fabricado antes de esa fatal decisión.
El desgaste en marcha es extensivo a Leonel, al Comité Político y a la “clase política” tramposa denunciada por Monseñor Camilo.
Hacía tiempo que esta delimitación social y política no se expresaba, menos aun tan drásticamente confrontada. Ha transcurrido medio siglo del 65 acá para que se desate una disputa en torno al ejercicio del poder que versa sobre la sobrevivencia del pueblo explotado y excluido, y de la nación oprimida.
Estamos ante un agresivo bloque dominante minoritario procurando imponérsele despóticamente al pueblo movilizado.
Se ha producido una fractura luminosa, un enfrentamiento promisorio, que ubica de un lado al rapaz capital transnacional, a los poderes legislativo y ejecutivo y a la partidocracia pervertida y, del otro, a la gente de a pie, a fuerzas del trabajo, la producción, la ciencia y la cultura, y a iglesias emergentes abrazadas a la opción por los/as pobres y el medio ambiente sano.
Estamos inmersos en un enfrentamiento que podría ser decisivo para desechar la pendiente infernal que destroza nuestra sociedad.
En verdad, la imposición y la represión desde arriba, con Danilo de escudero político; la militarización que ya la acompaña -incluida la amenaza del ministro de policía reunido con el jefe del ejército- no son señales de fortaleza sino de debilidad.
No han ganado. Están perdiendo. El país está salpicado de protestas e indignaciones que enlazan el hermoso clamor por Miranda con otras vertientes vitales: salud, seguridad social, seguridad ciudadana, salarios, carestía, justicia-impunidad, violencia de género…
La vida y la muerte tienen ya clases que las representan en una pugna crucial, registrándose una intensa disputa por el poder de decisión entre una minoría visible que controla instituciones y sistemas degradados (mediante sufragios viciados) y una inmensa mayoría que toma conciencia de su poder ejercido desde abajo y con democracia de calle.