DestacadosOpinión

Homenaje a Diomedes Nunez Nov 15,2018

Traté por primera vez a este lancero de la libertad en 1982. Hace 36 años. No recuerdo que antes hubiera hablado con él, aunque lo había visto quizás unas dos veces en encuentros estudiantiles. En esa ocasión, junto a un camarada del Sur, que realizaba trabajos en el movimiento campesino, fuimos a un encuentro de camaradas del área rural del municipio de Navarrete o Villa Bisonó, la tierra de Oscar. Allí había camaradas no sólo de ese municipio, sino también de otras zonas de la provincia Santiago y del municipio de Esperanza, Valverde.

Como era de rigor en esos tiempos, cada uno se presentó con un seudónimo. Creo que ya en ese momento él se llamaba «Guarionex», nombre que utilizó durante varios años, y que pasó a ser público. Sin embargo, ya fuera de la reunión recuerdo que algunos de los camaradas de la localidad lo llamaban Oscar y Óscar, indistintamente. Durante dicho encuentro, el inolvidable camarada no habló mucho; pero sus palabras advertían que estábamos frente a un militante con formación política, y sobre todo con conocimiento sobre el comportamiento del campesinado dominicano, de donde él procedía.

También advertí que era muy respetado por todos cuantos estaban allí. Más tarde confirmé que a Oscar se le podía considerar el padre político de una gloriosa generación de militantes revolucionarios oriundos de Navarrete, y que se destacarían como cuadros revolucionarios emepedeístas, incluso en otras regiones del país. En ese municipio, este militante «sacó la cabeza» por encima de otros militantes y cuadros con muchos años en la militancia.

Al terminarse el referido encuentro con camaradas campesinos, mi acompañante debía seguir hacia otra zona, y yo tenía que regresar a la Capital del país. Siempre recuerdo que Oscar, Óscar o Guarionex se quedó acompañándome en un cruce de carreteras para esperar el transporte que me condujera de regreso a mi destino. Todos los demás se marcharon. Él no se retiró hasta que no abordé un minibús o pequeño autobús. Yo era miembro del Comité Político del M.P.D., organización de la cual él era militante. Entonces él no sabía cuál era mi nivel de dirección, como me lo expresó años más tarde. Recuerdo que me preguntó de qué región procedía yo, y comenzamos a hablar. Me dijo que era “de la loma”, aunque no me dijo el nombre del lugar, y yo tampoco le pregunté. Pero yo lo sabía y tenía muy buenas referencias de él.

El camarada Guarionex emprendió una meteórica carrera revolucionaria, y en unos pocos años llegó al Comité Central del M.P.D., y unos meses después al

Comité Político. Tenía muchos méritos para ello. Allí, como todos los militantes

comunistas solíamos hacer, por razones obvias en la lucha clandestina, se cambió el nombre de batalla. Pasó a llamarse Esteban. Todavía yo no sabía su verdadero nombre. Creo que no lo sabían ni siquiera todos los camaradas de Navarrete, pues se habían acostumbrado a llamarlo por el apodo familiar, que era Oscar u Óscar, que no era un seudónimo político, sino un mote familiar. Casi todos creían que ese era su nombre “de pila”. Unos años después, porque era necesario para realizar algunos trámites, supe que se llamaba Diómedes Núñez Genao. En el Comité Central probablemente yo era el único que entonces sabía su nombre, con excepción de otro camarada de Navarrete, y que siempre tuvieron relaciones primarias muy cercanas.

Conocí y traté a dos primas suyas de apellido Genao. Pero al menos una de ellas entre los más íntimos se refería a él como «El Burro»; pero no en el sentido despectivo con que muchas personas suelen hacer comparaciones, sino en el sentido de lo fornido y fuerte que era el camarada. Advertí que esas dos primas, que eran militantes del FRENTE ESTUDIANTIL DE LIBERACIÓN AMIN ABEL HASBÚN (FELABEL), de donde procedía Guarionex, lo apreciaban y lo respetaban mucho.

Oscar era muy respetado en su comunidad por la mayoría de quienes lo conocían. Recuerdo que en una ocasión, tres compañeros más, él y yo estábamos en las afueras del pueblo de Navarrete, en un lugar que no queríamos que nos vieran mucho ni que los servidores de los enemigos del pueblo se enteraran de nuestra presencia. Entramos a almorzar y a conversar en un negocio. Sorpresivamente llegó una joven que lo llamó por Oscar, lo abrazó y lo saludó con muchísimo afecto y añoranzas, pues él tenía unos años que había salido de Navarrete. Ella le preguntó si todavía él estaba en la lucha. Él le contestó que había “dejado eso”. Yo sé que respondió de esa forma con muchísimo pesar. Así me lo hizo saber luego, pero, por razones de seguridad, no debía identificarse como el militante que ella había conocido.

La joven se lamentó mucho de que él hubiese abandonado la lucha. Le expresó: “Ahhhh, compañero, yo creía que usted estaba en eso por convicción. Pensé que nunca lo dejaría, pero entonces usted sólo estaba ahí mientras era estudiante”. Esteban se notaba contrariado y avergonzado ante la reacción de ella. Son de las cosas que hay que afrontar en el movimiento revolucionario, al menos para evitar algún comentario, que puede ser ingenuo, pero que puede concluir en seguimiento y ubicación, detención o algo peor.

Esteban y yo compartimos varios escenarios en la lucha política, como miembros que éramos ambos del Comité Central y del Comité Político del M.P.D. En un momento constituíamos algo como una «pareja roja».

Encabezamos siempre las delegaciones para las discusiones con los dirigentes de las numerosas

organizaciones de izquierda que había en el país; fuimos parte de la delegación permanente ante la Unidad revolucionaria Caamañista (URC). Juntos representamos al partido en diferentes escenarios. Juntos escribimos varios documentos, caminamos por diferentes regiones, encabezamos muchas reuniones con diferentes mecanismos, atravesamos lomas, etcétera. Nunca lo oí quejarse de hambre ni de otras precariedades por las cuales atravesábamos los cuadros comunistas rojinegros, sobre todo cuando estábamos fuera de nuestras localidades. Esteban asumía esas dificultades

Pero debo señalar que antes del camarada ingresar al Comité Central y al Comité Político del partido estuvo trabajando como cuadro en varias regiones del país: Noreste, Este y Distrito Nacional. En cada una de esas regiones se destacó por sus virtuosas cualidades políticas y prácticas respetuosas y solidarias con los camaradas y con la gente común. En un espacio corto no puedo detallar esas cualidades, pero todas están respaldadas por hechos, por acciones fehacientes.

Debo decir que justamente cuando llevábamos el cuerpo sin vida de Esteban hasta su última morada física le propuse al camarada que ya mencioné, como uno de sus más íntimos de siempre, que a corto plazo deberíamos organizar algo como un encuentro testimonial para que habláramos de la vida y obra de este consecuente revolucionario que resumía en sí tantas cualidades dignas de imitar. No volví a tener contacto con el referido camarada, quien se mostró de acuerdo con la propuesta, pero nunca llegamos a concretar nada. Pensé que él, la viuda de Esteban y quizás algún familiar serían los más idóneos para coordinar el encuentro. Pero nunca se llegó a vía de hecho.

Me siento en deuda, no sólo con Esteban, sino también con la nueva militancia, con la juventud revolucionaria y progresista, con la gente sana de nuestro pueblo, que debe conocer ejemplos de personas capaces de hacer cosas como las que hizo este humilde hijo de gente sencilla y honrada, y que se elevó a la categoría de recio militante revolucionario.

Usualmente después que alguien muere se dicen muchas cosas buenas de él y se lanzan loas, independientemente de cual haya sido su comportamiento. Pero quiero decir que no es el caso que nos ocupa. Si no sintiera de verdad y profundamente lo que quiero expresar, no lo dijera. Yo no pienso que la muerte borra lo que haya sido una persona. Y debo señalar que lo que puedo expresar sobre Esteban lo hago con el corazón en las manos. Y además, todo lo que puedo decir ahora lo he manifestado siempre. Aunque no pude decirle a él todo lo que pensaba sobre sus virtudes, sí lo pude hacer frente a varios camaradas que pueden atestiguar lo que expreso.

Oscar, Óscar, Diómedes Núñez, Guarionex, Esteban, o bien otros seudónimos que pocos conocieron, como Heriberto Guano y Juan María, era de carne y hueso.

Y como tal debía tener virtudes y «defectos». De seguro podemos hallar en él «debilidades», como las tenemos todos, en uno u otro sentido. De lo que estoy absolutamente convencido es de que, sin discusión, sus virtudes y sus luces pesan muchísimo más que cualquier «debilidad» que se le pueda señalar a este valeroso cuadro revolucionario.

Cada una de las cualidades que puedo mencionar, y que engrandecen y perpetúan su nombre, están respaldadas por más de 10 ejemplos que podría mencionar en cada caso. Incluso, tengo muchísimas anécdotas. Y tengo recuerdos de ejemplos sublimes. No se trata de los calificativos que usualmente se lanzan al aire en un pomposo panegírico. Todo cuanto puedo decir está respaldado por hechos. Por ello puedo asegurar que Esteban no murió, sino que el día que su corazón dejó de latir pasó a la eternidad. Como ya señaló alguien: «No hace falta ser eterno físicamente para ser inmortal».

Puedo decir que Esteban es: honestidad, responsabilidad, integridad, solidaridad hasta las últimas consecuencias, combatividad, arrojo, firmeza, respeto a las opiniones de los demás, sagacidad política, prudencia, ejemplo en el estudio, comprensión, vocación unitaria, vocación de poder, sacrificios, desprendimiento, abnegación, visión internacionalista de la lucha revolucionaria… Y muchas hermosas cualidades más. Puedo desarrollar estas y muchas otras virtudes con copiosos y palmarios ejemplos.

Puedo llenar un buen número de páginas hablando de este siempre recordado camarada. Sólo presento una síntesis. Pero no puedo dejar de decir que Esteban, Heriberto Guano o Juan María hizo grandes aportes políticos para los lineamientos del M.P.D. en varios momentos y circunstancias. Siempre andaba en la búsqueda de dotar al partido de instrumentos políticos para el trabajo que tocara las más sentidas necesidades de las masas. Se destaca su aporte, por ejemplo, a la táctica política Henry Segarra Santos, aprobada en nuestro segundo congreso, que postulaba la necesidad de las «pequeñas victorias» para el pueblo, y que caló profundamente, sobre todo en las luchas barriales.

Dije que sería extenderme demasiado si desarrollo todas o aproximadamente todas las cualidades que adornaron la vida de este cuadro revolucionario ejemplar. Pero tampoco puedo dejar de señalar que el camarada no sólo estuvo dispuesto a trasladarse de región en región dentro de República Dominicana. Esteban siguió siendo el cuadro comprometido al pasar a residir en los Estados Unidos de América, en «las entrañas del monstruo».

Debo recordar, o decirles a quienes no lo saben, que el camarada Guarionex o Esteban fue enviado por nuestro partido a recoger café junto a los campesinos de Nicaragua, cuando el naciente régimen sandinista se encontraba asediado por «la Contra» y el imperio yanqui, y necesitaba la solidaridad de los pueblos. El

camarada fue uno de los primeros militantes rojinegros en ofrecerse para ser parte de las brigadas que dirían presente en la tierra del general Sandino. Y debemos recordar que no se trataba de un juego ni de un paseo para conocer otro país o vivir la experiencia revolucionaria sandinista. Más allá estaba la posibilidad de arriesgar «el pellejo» en choques con la «Contra», grupos contrarrevolucionarios armados.

Un aspecto que no he tocado, y al cual no quiero adentrarme porque es quizás el que menos conozco, y porque además los más llamados a abordarlo son sus familiares, es precisamente las relaciones de este indoblegable cuadro revolucionario con su familia carnal. Pero debo decir que muchas veces me habló de dos hijos (un hijo y una hija) que creo eran los que tenía en aquellos años en que él y yo pasábamos muchas horas juntos y hablábamos de muchas cosas, llegando a tocar aspectos personales y de la familia. Particularmente hablaba mucho de Hatuey y de una niña que había procreado con una joven residente en el Sur del país.

La brevedad de estas notas tampoco debe impedir que yo diga que cada vez que se trataba de acciones que podían significar arriesgar «el pellejo» Esteban siempre se ofreció para ir delante. Tampoco puedo dejar de mencionar su conducta cuando estuvo en manos del enemigo. En una ocasión en que un oficial del J-2 pensaba doblegarlo con acciones de tortura, el camarada le respondía de manera firme, como hacen los militantes comunistas, diciéndole: «Haz lo que quieras, tú eres un nazi, hay que ponerte la cruz gamada en los hombros»

En otro orden, debo decir que la honestidad de este humilde cuadro comunista resistía todas las pruebas. Siempre recuerdo que él mismo repetía que: «Hay personas que resisten la miseria, pero no resisten la abundancia». Con esa expresión se refería a que hay individuos, incluyendo supuestos revolucionarios, que se mantienen firmes resistiendo toda la miseria, pero tan pronto encuentran la posibilidad de manejar o acceder a la «abundancia» no resisten y se corrompen.

Aún con muchas cosas que contar, quiero concluir diciendo que Esteban se separó del M.P.D. en la década de los ´90. Pero se fue sin crear problemas, sin ofender a nadie. Se separó sin subterfugios de que no estaba de acuerdo con tal o cual posición o método de lucha, como hacen algunos, que en vez de reconocer sus debilidades, o simplemente su cansancio ideológico o su

decisión de recesar, etcétera, comienzan a tratar de justificar una serie de comportamientos insidiosos y al fin, contrarrevolucionarios. Esteban se separó y siguió siendo amigo y sintiendo por el M.P.D. y por todo el movimiento revolucionario dominicano y del Mundo. El camarada se fue y siguió siendo amigo de todos los emepedeístas. Siguió siendo un revolucionario consecuente, aunque sin militancia orgánica. Nunca se colocó en la acera contraria, sino siempre del lado de las mejores

causas por la transformación de la sociedad dominicana, y por los sectores más desposeídos y explotados del Mundo.

Llegado a este punto, debo decir, personalmente, que la separación de Esteban ha sido para mí una de las más dolorosas y sentidas de todas las que se han producido en el partido desde 1967, pues realmente no viví de cerca la separación del fundador Máximo López Molina, en 1966.

Finalmente debo decir que quizás sigue teniendo vigencia la idea de organizar conversatorios sobre la vida y obra del camarada Esteban, del honesto y responsable hombre de trabajo Diómedes Núñez. Del esforzado militante con un gran espíritu de superación, que aun residiendo en los Estados Unidos llegó a graduarse de abogado en una universidad dominicana.

Declaro mi convicción de que Oscar Núñez no ha muerto. Ese gran titán sólo ha caído físicamente. Los muertos sólo son tales cuando los vivos dejamos de recordarlos. Guarionex, Esteban, Heriberto Guano o Juan María vive y siempre vivirá en el corazón de los emepedeístas, de la Patria dominicana y de los pueblos que luchan por su libertad. Ante su gloriosa memoria, nuestra reverencia rojinegra, nuestros recuerdos personales y colectivos de siempre.

GLORIA ETERNA PARA UN NOBLE HIJO DEL PUEBLO DOMINICANO

Santo Domingo,

República Dominicana

Noviembre, 2018.

Alfredo Peguero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.